ACERCA DE LAS DERECHAS E IZQUIERDAS

     La categorización política de Izquierdas y Derechas nace con la Revolución Francesa. Simplificando, podemos decir que aquéllos que adhieren al proceso revolucionario y los cambios introducidos por éste son quienes se ubican a la izquierda, y quienes resisten defendiendo las instituciones y valores tradicionales representan a las fuerzas de derecha. Por supuesto que existe una gradación y matices entre los representantes de ambos espectros.

     Podemos decir que la “derecha originaria” funda su defensa del Orden social sobre la fe en Dios como fundamento de todo lo existente:

     “El hombre de derecha afirmará siempre: la libertad es el orden impuesto por Dios y libremente aceptado por nosotros. El hombre de izquierda ve en esa aceptación la esclavitud por antonomasia y tanto más abominable, porque despoja al hombre de su condición humana y lo ata ignominiosamente a una proyección de su fantasía.” (RUBÉN CALDERÓN BOUCHET, Nacionalismo y Revolución)
 
     Dios es, pues, para los representantes de la primera reacción, el fundamento de un Orden dado. Dicho Orden reclama la presencia de una serie de autoridades que sostengan los distintos cuerpos sociales, y de una autoridad que corone el vértice de la pirámide social. Padres, maestros, gobernantes cumplen un rol que los sitúa por encima de los hijos, los discípulos, los súbditos. Por supuesto que esta jerarquía disgusta profundamente a los hombres de izquierda, que se han esforzado históricamente por derribar estas dignidades. Lo que surgió del proceso fue un Estado centralizado, en algunos casos totalitario, que ocupó el lugar de las dignidades naturales.
     Las jerarquías propias del desarrollo social no sólo tiene como función la dirección de los órganos comunitarios, sino que también existen figuras ejemplares,que sirven de paradigma y guía para el desarrollo de una vida humana sana y virtuosa. Es el caso de los héroes, santos, genios, sabios, quienes con su presencia, con sus actos y con su palabra -oral o escrita- elevan al común de los mortales hacia la Verdad, el Bien y la Belleza. 
     La familia tradicional, fundada en el matrimonio sacramental e indisoluble, fue el fundamento de la vida social férreamente defendida por la derecha de “primera generación”, como la definió el filósofo Gustavo Bueno. El contexto familiar tradicional era el ámbito natural para el correcto desarrollo de las virtudes. El concepto de hombre como un ser llamado a “mejorarse”, “cultivarse”, “perfeccionarse”, era propio, pues, de aquella concepción.

     “Dios, que imprimió un cuño jerárquico en toda la creación, visible e invisible, lo hizo también en el alma humana. La inteligencia debe guiar la voluntad, y ésta debe gobernar la sensibilidad.” (PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución)

     La vida humana, por tanto, llamada a perfeccionarse por medio de las virtudes, debe desarrollarse, para lograr esta plenitud, en instituciones comunitarias regidas por un orden interno, una jerarquía, y en las que sobresalen figuras paradigmáticas. Este modo de vida lograba generar personas libres. Contra todo esto arremetió históricamente la Izquierda.

     La izquierda representó, en contraposición, una visión materialista de la realidad, sin ninguna referencia a nada trascendente. Frente al Orden, proclamó la rebelión. Frente a las jerarquías de todo tipo, el igualitarismo más radical. En esta vorágine de rebeldía contra todo orden, autoridad y jerarquía se esforzó en romper los vínculos que conformaban la vida comunitaria. En nombre de la “igualdad” y de la “libertad” instauró un Estado centralizado que fue fagocitando las libertades humanas auténticas, y que en estos últimos años está adquiriendo rasgos verdaderamente monstruosos. Pretende “liberar” al individuo de todas las “opresiones” externas, y al “alma” de todo “orden interior”, dando vía libre en forma desenfrenada a todos los apetitos. Para eso levanta un Estado burocrático gigantesco que “garantiza” todos los “caprichos” de este hombre previamente vaciado de toda vida interioridad. Estado gigantesco y consumismo confluyen en las nuevas izquierdas posmodernas. 

      “La lógica cultural progresista se lleva muy bien con la sociedad de consumo. Las tradiciones, las costumbres, las jerarquías y las normas ralentizan el estado permanente de excitación y recambio que está en la base del hiperconsumo. El ‘homo festivus’ (Philippe Muray dixit) siempre es un mejor cliente que el amargado homo laborans del viejo capitalismo de producción; ni que decir tiene del homo religiosus del viejo orden. Así, lo que en 1968 pudo resultar subversivo, a estas alturas se muestra como la lógica misma del sistema vigente. Los placeres en Foucault, el deseo en Deleuze y Guattari, la desublimación en Marcuse. Liberar el placer, liberar el deseo, liberar la sexualidad, se convierten en un abrir y cerrar de ojos en orgía de consumo; y, por ello mismo, se convierten en la ideología favorita del (nuevo des)orden establecido: la transgresión como rutina; la ‘emancipación’ como mercancía; la fiesta como revolución. ¿O no se constituyó el eslogan ‘Disfrutar sin trabas’ en una de las más célebres consignas de 1968?” (AGUSTÍN LAJE, La batalla cultural. Reflexiones críticas para una nueva derecha)

     Históricamente, frente a la avalancha de la Revolución, los defensores del Orden y la Tradición procuraron, en un primer momento, sostener las viejas monarquías. Caídas éstas o sometidas a los vaivenes de los nuevos tiempos se lograron establecer en distintos tiempos y lugares, y con distintas suertes, gobiernos autoritarios que durante un lapso más o menos largo contuvieron los efectos devastadores del proceso. Hoy, en muchos lugares, están surgiendo Partidos de Derecha que, desde dentro mismo del sistema, resisten a las nuevas corrientes de la izquierda posmoderna, intentando salvar lo que se pueda de una vida social más humana y más digna.

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